viernes, febrero 26, 2010

Cuesta arriba el camino era más difícil, pero también se llegaba a los mejores lugares del pueblo. Nuestra casa, el bosque donde sacábamos fotos, el faro imaginario, la mejor vista del mar. Cuesta abajo se tomaban las decisiones: qué comprar en el supermercado, quién llevaba la mochila más pesada, quién quería más al otro, y hasta dónde, la luna, buenos aires ida y vuelta, el supermercado de ida, la casa cuesta arriba, la casa cuesta abajo. Al final el que quería más al otro no era el que decía saturno, era el que llevaba la mochila llena de arroz y naranjas, el que despedía al otro en la estación tragandose las despedidas, cuesta arriba.

martes, febrero 23, 2010

Son las 11 am y hace una hora que estoy en la peluquería de viejos sonorizada por una radio am que quizás mi abuelo escuchaba. En el patio de la casa,vieja y con pintura colonial. Sentado en sillas de metal o pintando, radio am. Hoy el primer día de frío, me corto el pelo y el rechinar delicioso de las tijeras tan cerca de mis oídos junto al raspar de la navaja, filo nuevo, descartable y esterilizado. Salgo de la peluquería, decorada con un tubo espiralado rojo blanco y azul: giratorio. Y el día dejó de ser frío. Otra mentira en verano. Con el pelo corto me voy a trabajar. No es cierto.

Estaba frente al espejo del baño (entre gris y celeste, como apagado) intentando con una tijera escolar, cortarme el flequillo (ese que va encima de las cejas, desde hace cosa de dos meses).
Estaba frente al espejo, en el que se refleja la pared entre gris y celeste, como apagada, con flores pequeñas cada dos o tres azulejos, y mi reflejo, que no soy yo precisamente, no soy yo, quiero creer que no soy yo.
Estaba intentando ser precisa en la forma, la caída (como cuando vimos esa película en el museo) el ancho y largo de las puntas. Estaba intentando ser precisa (como cuando) en la forma.
Me vería a mí misma reflejada en el espejo y seríamos dos: la que está de este lado (la chica rubia que sacudía la cabeza) y la otra, esa que se refleja (dejando caer los restos), sino fuera porque oí el llanto de un perro que intuí cachorro en alguna de estas casas vecinas, el ruido de una sierra (los obreros, el polvo, las armas, quiero decir, las ramas de los árboles) la voz de mi madre gritando mi nombre (no soy yo, quiero creer que no) mientras intento ser precisa en la forma (soy yo, quiero creer que) recordando la película, esa que vimos en el museo en la que una chica (la que está de este lado) sacudía su cabeza para dejar caer los restos (no soy yo) de su flequillo recién cortado.
Hubiera terminado la novela (estaba oscuro, todo oscuro) a eso de las ocho si no fuera porque un llamado interrumpió la lectura (la muerte de un guitarrista muy querido) y fue ahí (ahora recuerdo) cuando empezó a llorar el perro (la muerte) e intuí la sierra, los obreros (la sierra, la guitarra) a dos casas (las armas, las ramas), la voz de mi madre (dejando caer los restos) gritando mi nombre (entre gris y celeste, como apagado), por lo que tuve que dejar de cortarme el flequillo con la tijera escolar para luego recordar que me vería a mí misma reflejada en el espejo y que no sería yo, precisamente no soy yo.
Hubiera observado con atención la propaganda de Cruciani, creo que del año 2007 (vótese, yo soy usted) detrás del colectivo, que asegura las calles cortadas reclamando luz, las sirenas de los autos de los policías mientras volvía a mi casa después de una noche (estaba oscuro, todo oscuro) larga con amigos en la casa de un extraño, sino fuera porque estaba todo oscuro a causa de la tormenta de estos días, mientras de nuevo mi madre gritaba mi nombre frente al espejo dejando caer los restos de un guitarrista muy querido.
Hubiera recordado a través de una propaganda al año 2007, cuando tenía flequillo recto como la chica de una película que vimos en un museo, e intentaría ser precisa en la forma, el ancho y largo de las puntas con mi tijera escolar frente al espejo del baño con azulejos entre gris y celestes, como apagados, si no fuera porque mi madre gritó mi nombre que a su vez fue interrumpido por el ruido de las sierras de los obreros a dos casas y el llanto de un perro que intuí cachorro.

domingo, febrero 21, 2010

the klondike kid, 1932

-Hola, ¿Quién eres?
-Nadie.
-¿No eres nadie?
-No, nadie.
-¿Estás segura?
-Sí, no soy nadie.
-Ja, ja. Yo también. Los dos no somos nadie, ja, ja, ja.
-Ja.

martes, febrero 16, 2010

Ya sé que prometimos
no robarnos más
la ropa, pero
entro a tu cuarto
y es más fuerte que yo
entro a tu cuarto
y no lo puedo evitar

lunes, febrero 15, 2010

Me acordé de la escena de "Disparen sobre el pianista", cuando Lena y Charles Aznavour caminan por la calle de noche. Hay dos tipos que los siguen. Ella saca su espejo y se los muestra. El reflejo es realmente imposible, y uno se ríe. Después logran perderlos y él piensa en invitarla a tomar algo. Pero mientras elige qué palabras usar, ella se escapa. Entonces él se queda pensando: Art Tatu tiene talento, y Harold Gardner también. ¿Y Jhonny Mats? No sé, no lo conozco.

lunes, febrero 08, 2010

La noche que leí en el diario que finalmente sería nominada al Oscar "El secreto de sus ojos" soñé una película mala en un cine del centro, la calle Florida, o Lavalle. Yo había ido con un chico que tenía puesta una remera genial y a veces me convidaba galletitas. El aire acondicionado estaba muy fuerte. Los dos lo sentíamos y lo comentábamos. Ninguno abrazaba al otro. Podríamos haber sido amigos, hermanos, extraños sentados en butacas deterioradas por el tiempo. Me parece que a mí me gustaba el chico por la remera que tenía puesta. Después sacó de su bolso un montón de libros que había comprado antes de encontrarse conmigo. Su bolso no era muy grande. Noté que le pesaban. Pensé que no íbamos a pasar mucho tiempo más juntos porque le pesaban los libros. Además, no nos conocíamos (me fui dando cuenta a lo largo del sueño) y él parecía apurado por algún otro asunto que nunca le pregunté. Entonces nos despedimos en Corrientes y Callao. Hacía calor, y al llegar a mi casa tuve ganas de dormir en la terraza y soñé con él de nuevo. Me soñé a mí misma en la terraza, así como estaba, mirando el cielo, y él me asfixiaba con todo su cuerpo encima mío. Era un poco ridículo mi sueño. Además, había una pileta pequeña y el chico me ahogaba ahí, pero él se moría antes que yo. Se moría en el intento de ahogarme, pero no es que yo me defendía y le ganaba. De repente se moría un ratito y eso era natural. Así, de la nada, se moría. No sé, quizás le surgía una muerte súbita, un paro cardíaco, pero por un ratito nada más. La verdad es que mucho no me acuerdo. Creo que al día siguiente me llamaba por teléfono y me contaba un sueño que había tenido él conmigo sobre una terraza también. Entonces me la describía y se parecía mucho a la mía, con la pintura verde en el piso, el limonero que me hace acordar a un libro que me gusta, la parrilla con la cara del Martín Fierro.

domingo, febrero 07, 2010

No hay luz, de noche
somos ciegos tanteando
formas: adivinamos
el nombre de las cosas.
Todos los sentidos
se vuelven más importantes
aunque hay luciérnagas
que engañan
y nos guían.
Los pies descalzos
sobre el pasto húmedo
recorren el trayecto
hasta tu habitación.
Adivinamos la cerradura
y damos vuelta la llave.

viernes, febrero 05, 2010

Orden en mi dormitorio: alfabético, cromático, según utilidad, recuerdo o necesidad, según criterios poéticos (impresión del objeto en los sentimientos) o prosaicos (impresión del recuerdo en la memoria). Orden: el mapa de París de mis abuelos con cruces en las muchas casas de mi tía a lo largo de siglos de vivir lejos (a enmarcar), las cajas de perfumes importados que no me animo a tirar (elegir cierta esencia como talismán de mí misma, pedirlo para navidad). Libros, a la vez vergüenza y orgullo, una carrera empezada y dejada, libros de editoriales de acá y de todas partes. Cajones llenos, en general de cosas que no quiero, no sé dónde poner o cómo desprenderme de ellas (una cámara de fotos de mi hermana que no anda, un adorno de lunas marplatenses). Orden de ropa linda y fea, o lo que pienso que pienso que es linda y fea, la que uso afuera del placard y la que odio adentro, odio por color o caída, talle o recuerdo. La intención imposible de una vida justa y necesaria, donde todo esté lleno hasta su máximo esplendor de aire, donde los colores brillen y cada cosa, por lo poco que sé de la vida, sea exactamente lo que busco.

miércoles, febrero 03, 2010

Es todo azul, celeste y blanco. Superficies antideslizantes y barrales para agarrarse. Todos somos deformes ahí adentro y yo nado con mi gorra obligatoria. Cuento idas y vueltas (8) y sostengo competencias secretas. Cuento las páginas del libro que me falta. Vos los libros los agarrás como una prenda de ropa delicada. La chica del colectivo lo agarra como una fruta difícil de comer. Voy 13 piletas. Voy viendo la gente que llega y por la ventana espío el cielo alpaca de la lluvia de ayer. Cuerpos deformes formamos fila para salir por el carril derecho. La división en carriles es imperfecta y los andariveles son un orden que no tiene lógica ahora que hay clase para nenes cuyos padres son mi público: me ven nadar. Cuerpos deformes todos, nadamos y nos sentimos barcos o peces. ¿tendrán los peces balenarios de aire? Mis brazos remos, mis piernas turbinas me deslizan por el agua, mientras más cerca de la superficie más rápido, mientras más nado menos me canso. Afuera llueve pero en la pileta nuestras pieles de neoprene nunca se secan. Voy 20.