sábado, enero 30, 2010

Voy caminando por la cuadra de mi casa. Hay una puerta abierta y se escucha un tema de The Smiths. Entonces me quedo mirando desde afuera. I know i know it's serious. Alguien desde atrás me dice "la dejé abierta a ver qué pasaba". El chico de la remera de Los Redondos que siempre saca a pasear a su perro a eso de las seis me invita a pasar, me dice que se estaba por tomar una cerveza y que tiene papitas. La casa tiene un pasillo bastante largo, la cocina está al fondo. Su hermana mira Los Simpsons y fuma un cigarrillo. La casa tiene aspecto de abandono, negligencia. Hay una soga colgada en el patio y bombachas de talle grande. Pienso que deben ser de su madre. Me la imagino gorda, quizás obesa. Él y su hermana son bastante delgados. Ninguno pregunta nombres. El chico abre una cerveza y saca tres vasos. La hermana me convida un cigarrillo pero yo me niego. Le cuento que justamente estoy dejando, aunque nunca fui muy adicta. Me preguntan si me gusta Moz y les digo que sí, que por eso me quedé parada en la puerta tarareando la canción. El chico prepara una picada con quesito, aceitunas, pan de campo, salame, jamón, palitos, maníes. Me quedo sorprendida pero no le digo nada. Creí que iba a dejar un paquete de Lays arriba de la mesa y que cada uno iba a agarrar la bolsa mientras conversábamos. Pero no. Sirve todo en una tablita de madera y se sienta al lado mío. Me pregunta por qué no como jamón. Le explico. Se sonríe. Después se para, sube unas escaleras de metal viejo, oxidado, y baja rápido con dos cuadros en la mano. Me cuenta que pinta hace cinco años y que estudia Artes Combinadas en la UBA. Sus cuadros me gustan, me hacen acordar a De La Vega, y se lo digo. Me agradece y me dice que es de sus favoritos. Le cuento de mi mamá, que nada que ver, que pinta naturaleza muerta, figura humana, y que estudia en Estímulo, en Córdoba y Maipú. Él dice que el arte es la resurrección de los muertos. Me enamoro un poco. Igual no me gusta, quiero ser su amiga. Quiero que mi vecino sea mi amigo y que saquemos a pasear el perro juntos. La hermana cambia el disco por Luzbelito y cantamos juntos Blues de la libertad. Su hermano hace algunos acordes con su guitarra (mi amor, la libertad es fiebre, es oración, fastidio y buena suerte que está invitando a zozobrar otra vulgaridad social igual, siempre igual, todo igual, todo lo mismo...mi amor, la libertad no es fantástica, no es tormenta mental que da el prestigio loco). A todo esto ya se hizo de noche y yo había arreglado para cenar con alguien. Mañana me voy de viaje. El chico me acompaña hasta la puerta y me dice "podés volver cuando termines. A lo sumo voy a sacar a Luca." Me quedo pensando en la paradoja de su última oración y voy a tomarme el colectivo.