sábado, julio 28, 2007

Legué a casa a eso de las siete a.m pero me acosté después de las ocho. Venía de la casa de un chico que estaba lleno de libros del Che Guevara, café Cubita y habanos Cohiba. Por alguna razón le dije que no. Escuchaba del otro lado de la puerta los ronquidos de su padre; me lo imaginé gordo, barbudo, inmenso. Tuve ganas de irme, ganas de llamar a mi amiga, ganas de pedirle perdón a un chico. Me quedé. Su piel se movía lentamente pero no era yo quien le seguía el ritmo, simplemente porque no podía o no sabía cómo. De todas formas se veía hermoso en ese estado. Noté que buscaba resolver la situación, como una tónica seguida por la dominante, algo sumamente perceptivo y natural. Me abrazaba muy a menudo y me pregunté por qué yo y no otra. No le creía, me convencía a mí misma de sus intenciones y le pedí que abriera la ventana. "Hay cuatro grados", me dijo. Saqué la cabeza a través de los barrotes y respiré el aire frío. Se quedó mirándome, lo observé por el vidrio.

1 Comments:

At 30 de julio de 2007, 11:56 a. m., Blogger Lupe said...

hola electricista, no sé si sos lucila pero supongo que sí (la que me firmó)

'y esto?' me preguntás, y yo vengo y noto que vos también usaste la palabra 'bulimia'. es fuerte, no?

yo estoy bulímica de recuerdos, o algo así.

muchos cariños, fue un placer verte pasar.

 

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