lunes, noviembre 13, 2006

Avenida

Salgo de mi casa al frío de primavera, un poco de viento y polvo en los ojos. Luces llorosas en la avenida, la gente camina con sus perros porque la noche tiene algo secreto. El colectivo tarda pero no tengo apuro. De una fiesta parece venir una mujer, medianamente arreglada, soltera irreparable. Se para con sus cuarenta largos a esperar el colectivo, se pone el saco de papel para creer que no tiene frío, pero tiene frío, porque su cuerpo no genera calor ya. El pelo casi desarreglado, pero emparejado, se mueve por el viento, que toma fuerza con los coches que pasan dejando el dibujo de su luz. Se balancea en sus piernas y parece apurada, pero en realidad no va a ningún lugar, no la espera nadie. Al cabo de un rato prende un cigarrillo que se traga el perfume que no quiero recordar. El panorama es ella, la parada y la avenida sorda. Se acomoda el cabello con la mano del cigarrillo y aspira una o dos pitadas largas. A través de los cristales ve una luz que se acerca muy rápido, se apura con el cigarrillo. El colectivo se detiene en la estación y ella sube última para dar la última pitada, casi pura colilla. Todos piden de setenta y cinco, menos ella que pide de ochenta. Se va a sentar atrás de todo con la mirada perdida en las vidas que pasan por la ventana. Adentro del ómnibus, solo jóvenes, que van a algún lado de plaza Cortázar o a una fiesta, menos uno. Él tiene diecisiete años y va vestido de saco y corbata. Cara llena de granos, expresión de infante y pelo rapado hace dos semanas. Va sentado en el asiento individual de la rueda de atrás, y lee un libro. Del libro viejo de tapas blancas (ahora grises amarillentas) lee una obra de teatro en voz alta. El ruido del motor no lo deja oír, pero ella lo escucha palabra por palabra. El colectivo se empieza a vaciar en Armenia, Ella se baja dos paradas después, junto conmigo, y él se queda con Molière. Media cuadra camino y un estruendo me desvía la atención y la de de la mujer que iba delante de mí. El colectivo había chocado en la esquina siguiente, y la mujer al verlo salió corriendo en esa dirección. Las lágrimas le corrían el maquillaje ya corrido, los tacones la hacían trastabillar y el pelo se le desacomodaba con el viento. Llorando preguntaba por un chico de traje, el novio que nunca tuvo o el hijo que nunca iba a tener. Yo vuelvo a mi camino contra el viento avenida abajo.

2 Comments:

At 13 de noviembre de 2006, 11:56 a. m., Blogger electricista said...

y él se queda con Molière...
(gran escena
todo muy julito)

 
At 13 de noviembre de 2006, 12:48 p. m., Blogger fotógrafa oficial said...

escena final

 

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